Isla La Tortuga Venezuela

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Mais um sono feito realidade

viernes, 24 de julio de 2009

Simón Díaz: Mucho más que una tonada

La tarde era clara y calurosa en Barbacoa, un pueblo del estado Guárico, donde pocas casas se reunían alrededor de una pequeña plaza, dibujando otro hermoso pueblo llanero de Venezuela. A lo lejos, un mercado daba vida a aquella mañana y por un camino hecho de tanto andar, pasaba un hombre a caballo arreando a unas cuantas reces que debían llegar al otro lado del pueblo.

Con una morenez que solo proporciona el sol después de largas jornadas en el campo, aquel hombre recorría el extremo del caserío con sus pantalones arremangados al tobillo y un cinturón improvisado con mecate, de donde colgaban algunas herramientas de trabajo. Era joven, iba descalzo y podría montar ese caballo “a pelo” pues su experiencia con las bestias se lo permitía.

El único toro que caminaba con la manada detuvo su paso, volteó su mirada achinada hacia el caserío, sus ojos rasgados pretendían ver más allá del barullo en el mercado, hubo algo al otro lado de la plaza que llamó su atención, respiraba hondo y afinaba sus orejas, sentía el sol que caía contundente sobre su lomo manchado, escuchaba la naturaleza infinita a su alrededor y a algún Juan Carabina de la época que andaba por ahí cantando. Aunque no lograba verlo, sus largas melodías le recordaban a su vida, la vida en el campo.

La gente arremolinada entre los puestos del improvisado mercado, era lo más trascendente que podía pasar por aquellos lares, pero no fue así aquel 28 de agosto cuando en una humilde casa de paredes descascaradas dio a luz doña María Márquez una pequeña criatura que junto a los ocho hermanos que nacerían años más tarde, formarían la familia Díaz. Era el año de 1928. No sólo con los escasos servicios públicos existentes en aquel poblado, sino además con los escasos recursos a los que tenía acceso el músico Don Juan Díaz, llegó a este mundo su primer hijo, todo un orgullo de varón. Se juntó una romántica poeta con un músico de profesión y nació Simón Díaz.

Nunca imaginó el hombre del caballo, ni el toro, ni el Juan Carabina que andaba cantando, que en aquella pequeña casita estaba naciendo otra vez Venezuela. Nacía otro Simón para la historia de esta patria, uno que como El Libertador daría a conocer el sentimiento de un país entero, pero esta vez no con armas ni espadas, sino con un cuatro bajo el brazo y una inigualable sonrisa.
“Porque para conocer a Venezuela hay que conocer a Simón Díaz”. Gilberto Santa Rosa.

Creció y convivió con aquel toro, con su manada, con los hijos de su manada, conoció muy bien al hombre del caballo y conversó con el Juan Carabinañ. Se hizo también a las labores del campo y desarrolló el espíritu de aquellos tres que fueron esenciales en su vida. El hombre trabajador, el animal fuerte pero sensible y el caminante que tararea sin rumbo, sin prisa, pero que sabe muy bien a donde va.

Mientras Simoncito juega en Villa de Cura entre tierra y polvo con los animales del campo, aún siendo muy joven pierde a su padre. No le da tiempo de lamentarse porque automáticamente gana responsabilidad, está sentado al lado de su madre escuchando aquellas historias que le contaba - y que luego serían materia prima de sus canciones - y muy de cerca sus ocho hermanos que con el pasar del tiempo lo empiezan a identificar como esa figura paterna, no solo por su rol de “hermano mayor”, sino por su actitud de horizonte, se convierte para ellos en ese ejemplo a seguir. A los doce años Simón Díaz era un padre por herencia y por corazón.

Recogen sus maletas con las pocas pertenencias y se mudan a San Juan de los Morros donde, Simoncito y sus hermanos pueden estudiar y buscan para todos una vida mejor, aunque no era de las ciudades más desarrolladas, es allí donde termina su sexto grado y transcurre su adolescencia. San Juan promete mejoras para la familia, por lo que allí se quedan por un buen tiempo.

Es fácil imaginarlo de joven, sentado debajo de una mata de mango, degustando de aquel manjar, tirando piedritas al horizonte y cantando coplas tan largas como aquella línea que no tiene final. Probablemente fue allí donde entonó sus primeros versos, aquellos con los que el llanero se canta así mismo. Seguramente fue allí donde compartió sus penas, con la naturaleza y con los animales. Con certeza fue deleitándose con aquella frontera interminable, inexistente, donde se dio cuenta que la tonada del llano no tiene límites. Simón lo descubrió ese día, pero tuvieron que pasar años para que pudiera traducir ese lenguaje a uno que el resto del mundo pudiera entender. Fue entonces cuando pudo mostrar a los demás lo inmensa que puede ser la canción venezolana.
“La tonada tiene la forma de la naturaleza y tiene el ritmo con el que cae la leche de vaca o el paso del caballo con el que se pastorea.” Simón Díaz.

Simón Díaz dice que su oficio es mensajero, porque fue el primer trabajo que obtuvo cuando en busca de su objetivo musical se muda a la ciudad de Caracas, pero ¿por qué no decir que su oficio es pregonero? Si, ese fue el verdadero primer trabajo que él tuvo. Se acababa de mudar a San Juan, su padre había muerto hace algunos días en Villa de Cura y ahora vivían en una casa prestada que era de la familia Campelo, tenían allí un vecino que vendía periódicos y al darse cuenta que este podía ser un buen negocio, Simón tomó sus diarios y se fue de casa en casa a pregonar. Ese fue el verdadero primer trabajo de Simón, el de pregonero y la verdad es que podría decirse que nunca dejó de serlo, porque hasta el día de hoy sigue pregonando las buenas nuevas de su país.

Todavía en San Juan, pero ya más crecidito, Simón entra a trabajar como colaborador de la Orquesta Siboney, donde cada noche monta los instrumentos del grupo, recoge los cables y afina el sonido a cambio de unos cinco bolívares, convirtiéndose este en su primer trabajo formal. Desde aquella época hasta entones, alguna vez hemos escuchado a algún chico decir por micrófono “alo, alo…uno, dos, tres...probando, probando..” ese era el trabajo que tenía Simón Díaz en la banda y actualmente él se acredita la invención de esa peculiar forma de probar el sonido.
Para aquel entonces ya andaba buscando vinculación con la música y muy inteligentemente comenzó desde abajo. Era tan hábil par hacer su trabajo como también para hacer el de otros integrantes de la agrupación. Pasaron cosas buenas y cosas malas aquella noche, pero todas Simón las aprovechó para la ventura de quienes hoy lo conocemos.

“El cantante oficial de la banda se ausentó tal vez por enfermedad -algo malo-.
El director de la banda le da la oportunidad a Simón para cantar una canción, con suerte podría entonar el repertorio completo -algo bueno-.
El lugar está lleno de gente -algo que podría ser malo o bueno, según desde qué parte del micrófono se mire-.
Con los nervios Simón olvida la letra de la primera canción -algo muy malo-.
El ahora cantante hace gala de su talento para improvisar y saca adelante el número que lleva por nombre Dos Almas -algo bueno-.
Este hombre nació con un gran carisma que el público vio brillar esa noche y esa misma luz le acompaña hasta estos días -algo muy bueno-.”

Ese muchacho inquieto que ya se está convirtiendo en hombre sigue caminando hacia aquel horizonte que conoció en su natal Barbacoa, sigue andando como un nomo en busca del tesoro que se encuentra al final del arcoíris. Simón viaja a Caracas como si buscara la música que está detrás de aquellas fronteras, sin saber que su verdadero tesoro está muy, muy cerca de él. Tan cerca como lo están su corazón y el llano mismo que le vio nacer.

-Cuando yo llegue a Caracas, me vine solamente con un saco de maíz -Cuenta Simón cuando uno de sus músicos le pregunta sobre sus inicios.
-¿Un saco de maíz? ¿Y para qué iba a usar un saco de maíz?
- ¿Para qué era el saco de maíz? Bueno porque cuando yo llegué aquí a Caracas el trabajo que conseguí fue como mensajero. Yo era cobrador del Banco Venezolano de Crédito. Nada más imagínense, yo no conocía Caracas y al día siguiente que llegué ya andaba caminando por Catia cobrando aquellos recibos. Tenía que ir echando granitos de maíz para no perderme…pero no me sirvió de nada porque cuando venía de regreso, el maíz se lo habían comido las palomas…igualito me perdí. –Y suelta una carcajada que le hace el coro a la risa de los que atentamente escuchaban.

A los tres meses de andar cobrando facturas para el Banco Nacional, probablemente cuando se le terminó el saco de maíz, Simón se enfila nuevamente en busca de su objetivo. Se inscribe en la Escuela Superior de Música donde comienza a ver clases con el destacado profesor Vicente Emilio Sojo. Es un alumno sobresaliente. Sus notas son las de aquel que llega con sonriente sacrificio, de aquel que se da cuenta que su sueño no es un sueño, sino que gracias a su tesón ahora es una palpable realidad que hay que seguir construyendo. Corren los años cuarenta y Simón Narciso Díaz, el mismo de Barbacoa está en la capital cuidando de su familia y estudiando música, que era lo que él quería.

Siguió trabajando para poder mantener sus estudios, a su mamá y a sus hermanos. Progresaba en el banco y llegó a ganar mil bolívares al mes mientras se desempeñaba como Jefe de Cuentas Corrientes. Es en ese entonces cuando el oficio de su hermanito Joselo le hace abrir los ojos y virar su mirada al mundo de la televisión. Gracias a la propaganda que le hizo Joselo en el canal, por solicitud del mismo Simón, Venevisión lo contrató pagándole un sueldo y encargándole pequeñas actividades que le permitían seguir con su trabajo en el banco. Cuentan los compañeros de la época que los ejecutivos del canal decían, que ese muchacho servía para algo…lo que no estaban muy seguros era: para qué!!

No había transcurrido mucho tiempo cuando Simón incursiona en el cine venezolano. En 1963 participa en una película cuya banda sonora fue compuesta por Hugo blanco, su nombre es La Isla de Sal. Allí tiene el placer de interpretar el papel protagónico junto una linda jovencita que venía de Maracaibo y llevaba por nombre Lila Morillo.

Venezuela recorría la prodigiosa década de los sesenta, y luego de dos años de percibir dos sueldos -uno por el banco y otro por el canal- Simón deja su trabajo de oficina y comienza realmente su carrera televisiva con un programa llamado La Quinta de Simón. En abril de 1964 sale al aire el primer episodio del show cuya autoría, producción y caracterización estaban a cargo del mismo Simón, contando las peripecias de una familia que llegaba de la provincia para la ciudad. Era la historia de un hombre que se venía a Caracas “la ciudad donde todo es posible” y por cosas de la vida ese hombre triunfa como artista. Mostraba de forma humorística y a veces aleccionadora, todas aquellas anécdotas tal vez evidenciadas por su mismo creador.

Con los chistes y peroratas el programa ganó audiencia y se convirtió rápidamente en el favorito de familias enteras. Nada más habría que recordar la presentación del show, donde aparecía Simón con una muchachada atrás, un gentío con vestimenta típica de aquellos que vienen del campo, todos perdidos, desorientados, siempre agarrados de las manos entre una cantidad de tráfico, gente apurada y colas que por lo visto desde aquellos días son símbolos inequívocos de que “está usted en la ciudad”. Bienvenidos al desarrollo.

Gracias al éxito de La Quinta de Simón, Díaz se convierte en una figura reconocida, continúa con su participación esporádica en el cine y crea un par de programas más. Gracias a toda esa evolucionan, los dos principales canales del país originan una disputa por adueñarse de aquel talento y es RCTV quien logra quedarse con el artista luego de ofrecer un contrato millonario.
Simón Díaz es reconocido en el mundo entero como compositor y cantante, pero hasta ahora nada de eso ha salido a la luz pública, tienes algunos discos grabados pero el hombre está llegando a los cuarenta y todavía está jugando entre el humor y la animación, en lo cual le va muy bien pero como ya hemos dicho que es un tipo inquieto. Él sigue buscando algo más. Surge entonces, con la complicidad de su hermano Joselo –con quien hacía una dupla de éxito asegurado- la creación de un disco llamado La Gaita de las Locas.

“Las gaitas de Simón, son un género completamente nuevo, es algo que no existía en ninguna parte de Latinoamérica. Eran unos tipos cantando que de repente se paraban, echaban un chiste ahí…y seguían cantando.” José Luis Pardo, Los Amigos Invisibles.

Estas gaitas calaron muy bien en la población venezolana, tanto que comenzaron a hacerse famosas en otras latitudes, contaban muy bien la idiosincrasia del venezolano que muy bien podía ser la de cualquier latino, pero también contaba las historias de Las Locas, que es como popularmente se le conoce al género travesti u homosexual. Cuando Simón se dio cuenta que era él quien estaba saliendo al exterior, quien estaba proyectando esa imagen de su país en el extranjero decidió parar el proyecto.

Probablemente esa reflexión fue la que le dio pie, para que empezar a componer y a recopilar aquellas tonadas del campo. Tuvo que hacer el viaje de regreso, volver a sus raíces, rescatar lo perdido…o lo guardado y es en 1974 cuando produce su primer disco de tonadas, el señor tenía 45 años. Su carrera artística entonces podría describir su vida personal, se acabaron las parrandas, los días de aventuras y bochinches, las fiestas de solteros y la bebedera con los amigos. Bienvenida La Tonada y con ella la serenidad de la adultez.

Una amiga de Joselo quiere conocer a Simón, cogida por el mismo anzuelo con el que pescó el canal de televisión, Betty insiste en comprobar si verdaderamente aquel hermano del comediante era mejor que él.
“Joselo, si tú tienes un hermano que es mejor que tu, yo lo quiero conocer.”
¿Qué podría tener aquel tipo para decir que era mejor que su hermano? La decidida Betty lo conoció y se dio cuenta que el físico no era lo que estaba vendiendo, sin embargo luego de un pequeño cortejo, ella se retira de juego, Simón insiste, ella no quiere nada, Simón insiste, ella sigue sin hacerle caso, Simón se retira y es entonces cuando ella cae. El cantante se queda con la diminuta damita cara redonda rellena por unos ojos que quedan muy juntos y son defendidos por unas cejas bien pequeñas. A partir de entonces, no se separarían jamás y esta señora se convertiría junto a la madre de Simón en las dos musas más inspiradoras de la música venezolana en la voz de Simón Díaz.

Con sus tonadas grabadas en disco, el cantautor se convierte en un juglar, en un cronista de lo que ocurre en el llano venezolano, desata en aquellas melodías esa inquietud musical y ahora criollamente difunde las cosas buenas de los venezolanos, a finales de los setenta ya es un autor consagrado y su público lo sigue tanto en la pantalla como a través de su discografía.

Simón se encuentra por el país, de programa en programa, de presentación en presentación, el llano sigue siendo su pasión y ahora sus emisiones televisivas las realiza en sets al aire libre, sale de los estudios para mostrarle a su público, con imágenes contundentes, de qué hablan sus canciones. Venezuela toda y una parte del mundo pueden ver a través de la televisión, al verdadero llanero en su faena, a la naturaleza que le inspira, a la vaca mariposa que es ordeñada por un campesino que es compositor por naturaleza. A través de sus programas simón sigue mostrando a Venezuela, la reunión en familia, con amigos, las parrillas al aire libre.

Itinerante residente de este país, se encontraba el artista en los previos de producción de uno de sus tantos shows, mientras al mismo tiempo se estaba gestando su más famosa criatura. Ninguno de los presentes en la fiesta llanera podía tan si quiera imaginar que horas más tardes serían participe de una creación que marcaría precedentes no solo en la música, sino también en la idiosincrasia del país. No iban nunca a imaginar que esa madrugada Simón escribiría una de las obras más famosas de la actualidad, no podían ni siquiera imaginar su trascendencia.

La chispa se dio cuando el artista vestido de radiante liqui-liqui conoce a una joven cantante de diecinueve años, una muchacha muy linda y con una bonita voz, rodeada del esplendoroso llano se convierte en una tentación inevitable, el caballo decide arremeter con delicados versos para enamorarla, pero se encuentra con que la potra está acompañada en ese momento por su novio quien responde al atacante con otros versos de mayor intensidad, formando un contrapunteo que se extendió durante un tiempo en el que de verso en verso se disputaban los dos caballeros la atención de la muchacha.

Los presentes se dieron banquete con aquel acontecimiento, pero Simón se fue a la cama con una idea entre ceja y ceja, al despertar no se deleitó con un sol radiante, como es la costumbre en el llano, sino que en cambio surgió de su amor a través de sus manos una canción. Una que expresa en toda su extensión, lo que pasa “cuando el amor llega así de esta manera”. Fue esa mañana cuando escribió Caballo Viejo. Fue gracias a la inspiración de aquel episodio que nació una de las canciones más populares del mundo entero. Una que han entonado innumerables artistas, venezolanos y extranjeros de todos los géneros. Una que se ha versionados al menos 350 veces y que cantan familias enteras en más de doce idiomas, aunque para 1981 sonaba en Venezuela en los primeros lugares de las listas más populares en la voz de Mirta Pérez.

“Escuche a Simón Díaz por casualidad alguna vez y lo reconocí porque cantaba una canción que mi papá ponía todas las navidades en casa, luego me enteré que él era el compositor de esa canción que se llama Caballo Viejo.” Rosa Infante, Colombia.

El rescate del folklore venezolano a través de la tonada, su internacionalización, así como la de Caballo Viejo, son algunos de los mayores logros del artista, que ya es considerado patrimonio cultural en Venezuela. Pero estos son tan solo dos de los más notables productos que le merecieron al cantante la fama de la que goza en su país, de la cual el mundo se hizo eco con la reciente entrega de un Grammy como reconocimiento a su trayectoria.

Pudo detenerse a admirar los resultados de sus logros pero no lo hizo, el hombre del que estamos hablando siguió su camino, ese que se trazo hace muchos años atrás y el cual sigue andando. En 1985 desvía su atención hacia los niños, creando un programa que viene a llenar un vacio existente en el público de poca edad. “Contesta por Tío Simón” es un programa dedicado a los más pequeños, pero los padres también lo adoran. Viene Tío Simón aquí a dar respuestas simples pero inteligentes a las preguntas elocuentes de aquellos “niños vivos”. En cada episodio el artista interactuaba con los chamos, pero no los trataba como tontos, como aquellos que “todavía están pequeños y no entienden”, por el contrario los llevaba por el camino del pensamiento y el raciocinio aplicado a las actividades del día a día.

Simón ya tenía atrapado el corazón del adulto venezolano y ahora se quedó con el de los niños, quienes le amaron y le conocieron como el Tío de Venezuela. Simón Díaz formó a los niños de esa época, los vio crecer, ellos le consideran parte de sus familias, hizo lo que un verdadero tío hace: comparte día a día, juega, educa y hasta daba regalos.
“Yo me acuerdo de una sección del programa que se llamaba “Te cambio esa china”, donde los niños que asistían al programan podían cambiar su china, o resortera como es llamada en otros países, por una pelota o un bate. El Tío te recibía la china y creaba una rima con el juguete que te iba a entregar. Era bien chévere porque te dejaba doble mensaje: no mates a los pajaritos y has deporte. Yo creo que esa fue una de las cosas que nos hizo más como hippies a esta generación.” José Luis Pardo, Los Amigos Invisibles.

Es un personaje ampliamente reconocido ya no solo por el venezolano común, sino que hasta los presidentes, indistintamente de su bandera política, le hacen honores. Rafael Caldera se refiere a él como “un gran intérprete de la canción venezolana” asegurando que su proyección refresca el ambiente y estimula la autoestima del venezolano. Por su parte Carlos Andrés Pérez asiente y disfruta de la participación especial de Simón Díaz junto a Pavarotti, cuando éste último visita el país para dar una gala, donde realiza una interpretación magistral del tema Caballo Viejo junto al autor del tema.

A propósito de sus setenta años de vida y cincuenta años de vida artística, este insigne caballero fue condecorado en 1998 con “La Orden Libertador en su mención Gran Cordón”, el más alto honor que puede recibir un venezolano en materia de reconocimientos, constituyéndose en el único artista nacional en poseerlo. Además, hoy en día es doctor Honoris Causa en cuatro universidades del país, pero aún así el público -su público- lo pone a sudar frio y los avances de las nuevas tecnologías le causan gran asombro.

- Simón es un hombre de pueblo, ¿cómo se desenvuelve con los grandes estudios de música y las tecnologías que utilizan para grabar sus canciones?

- Bettsimar: Realmente su relación con las nuevas tecnologías es muy mala (risas), claro y es que eso viene dado por la época en la que él nació, el lugar en el que él nació, en el año 28 por allá por aquellos pueblos… con dificultad ellos llegaron a conocer la radio, después los long play y mucho después la televisión… pero eso de grabar una canción en un estudio, guardarla en un formato pequeño, para mandarla por internet a España… eso él ¡no lo podía creer…! ¡No lo podía entender..! y que luego un músico en España le agregara un instrumento y lo mandara de regreso el mismo día… eso era algo que le causaba mucho asombro.

- ¿Entonces las nuevas comunicaciones para él deben ser un enigma?

- Sí, de hecho, mi papá nunca usó un celular, él no tiene computadora, nada de eso, las veces que él ha respondido un e-mail es porque alguien se lo lee y él le dicta la respuesta…una anécdota que me da mucha risa, con esto de Simón y los nuevos ritmos, es que él escucha todas esas nuevas versiones que han hecho de sus canciones y dice “¿pero por qué nunca terminan?”, que por qué las canciones nunca terminaban, porque cuando las versionas parecen no tener fin”.

Hasta le fecha ha grabado más de 70 discos, escribió un libro llamado “Estampillas Venezolanas” el cual ilustró él mismo, participó en tres obra de teatro y cinco largometrajes, en total fueron doce los programas televisivos que protagonizó y de los cuales se le acredita su autoría, además mantuvo un programa de radio que se trasmitió diariamente por 25 años ininterrumpidos. Todos estos logros que no son más que el trabajo que escogió, dan prueba fiel de lo que el hombre representa. Evidencia su teoría de que la cultura está en perpetua evolución y quien quiera entrar en ella y permanecer, debe adaptarse. Simón Díaz asumió la música venezolana como una causa de futuro y a eso se debe su trascendencia.

El éxito de Simón Díaz podría describirse en palabras de Joan Manuel Serrat como: “La única forma de ser muy internacional, es ser profundamente provinciano, los únicos que se entienden en el mundo sin ninguna dificultad son los provincianos, en cualquier lugar que vayan, porque los elementos que manejan son muy parecidos. Eso es lo que tiene la música de Simón Díaz, que es profundamente provinciana y eso la hace ampliamente internacional.”

De aquí en adelante solo queda relatar los reconocimientos y opiniones de aquellos que le tuvieron de cerca, de aquellos que lo disfrutaron desde sus inicios hasta sus actuales momentos, de aquellos que solo lo reconocen como El Tío Simón porque cuando ellos nacieron él ya estaba allí, con ese nombre, o porque nadie les contó del pasado de ese tío. Palabras que emociones más, emociones menos, redundan en halagos, ofrendas y suspiros para quien hoy es considerado el mayor exponente de la música venezolana. Ese artista que disfrutó y seguirá disfrutando del reconocimiento de su público y de sus amigos, tanto fuera como dentro del medio.

“Porque Simón es más grande como amigo que todo lo demás…” Armando Manzanero, intérprete.
“Cuando va por la calle va saludando a todo el mundo con ese tradicional ¿qué hubo? Y les pone sobrenombres… es como una fiesta patronal caminante.” Juan Bautista Díaz, hijo.
“¿Si tuviera que describirlo? Bueno, ese es un hombre de humor mantenido y eso hasta ahora no lo ha perdido, muchos dicen que es el tío, pero yo creo que es el hijo de este país.” Cesar Pulido, músico y admirador.

Hay un anciano que reposa en una hamaca, bajo una mata de mango, la misma que añoraba mientras estaba en cualquier café de París, ahora las tiene a diario, a la hamaca y a la mata. Aunque ahora prefiriera los Campos Eliseos, es difícil que pueda volver, pero ya no importa porque las calles de Paris estuvieron algún día bajo sus pies y hoy es él quien está en el corazón del mundo entero. El anciano no puede viajar a España a ver a los Gipsy King, pero disfruta más estando al lado de la mujer de sus sueños, viendo llegar a sus tres hijos que traen a los nietos y guardan muy a la mano el amor de familia.

Todos lo reconocen, pero ya casi nadie lo ve. Todos lo recuerdan, pero casi nadie se pregunta acerca de su paradero. Es porque vive en nuestras mentes, es porque su corazón late en el sol y su cuatro suena en el río. Si, Simón Díaz es Venezuela, cada venezolano vive en él, y vivirá él eternamente como un país cuya libertad fue dada por un Simón y cantada a mil voces por su tocayo.

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