Isla La Tortuga Venezuela

Isla La Tortuga Venezuela
Mais um sono feito realidade

lunes, 27 de julio de 2009

Barquisimeto

Baquisimeto es “de todo”, mejor todavía..“es de todo lo bueno”.

No se por qué digo siempre Baquisimeto, cuando en realidad pretendo hablar es de Lara, me imagino que es inevitable por ser su capital y es que aunque Barquisimeto es una de las ciudades más planificadas y por tanto una de las más bonitas a la vista, lo más bello de Lara no es su capital sino sus zonas aledañas. Para empezar, porque son infinitos sus pueblos, poblaciones y caseríos y luego porque son indescriptiblemente variados tanto en clima, como idiosincrasias, así como también en los policromados paisajes.

Baquisimeto tiene el mejor zoológico que conozco de Venezuela, eso no quiere decir que sea excelente, realmente no lo es, pero es que creo que en el país se le ha dado importancia a otras cosas y eso de cuidar los animales que están en cautiverio, es una actividad que realizan unos pocos avocados con el precario presupuesto asignado. Digo “creo que en el país” porque tengo la esperanza de que alguien me corrija y me haga saber de algún otro zoológico que se encuentre en mejor estado. Con todo lo dicho, este parque te hará recordar la sonrisa libre y nerviosa que te producía la cercanía de grandes animales que nunca antes habías visto tan de cerca, nunca antes habías olido tan de cerca, todos aquellos sentidos que se combinaban con esa seguridad incierta de que no podrían hacerte nada porque estaban tras unas seguras rejas…dije seguras?.

Hay en el zoo hay simpáticos animales que parecen divertirse a pesar de su encierro y otros que no pueden disimular su tristeza por haber perdido la libertad que les es tan propia. Las especies son realmente muy variadas y están muy bien identificadas para los curiosos. La jirafa, el elefante, las cebras, jaguares, canguros, rinocerontes, los monos en sus distintas versiones e infinidad de ejemplares de la vieja África hacen “vida” en aquel conservado lugar.

La capital larense tiene también varias estructuras arquitectónicas que se disputan la idoneidad de la ciudad, aunque esta se la lleva no una gran construcción que impresiona, sino más bien un Cuatro de longitudes extensas que arranca sonrisas a quienes le divisan desde la vía cuando entran a la ciudad. La Iglesia Catedral, El domo en forma de Flor, un arco con la silueta de la divina patrona, redomas finamente ornamentadas y un sol artísticamente representado, son algunas de las destacadas obras que resaltan no solo en la ciudad sino en el país entero.

Una vez al año verás ríos de gente caminar en medio de la noche, entre el sol en la tierra y las flores con nombre de tres. Se trata de la salida que hacen fanáticos, curiosos y rumberos empedernidos que vienen de todos lados del país para presenciar los diversos shows que se presentan a propósito de “las ferias”. No se cuál es su nombre original, solo se que puedes pasar en el Complejo Ferial grandiosos fines de semana con bajo presupuesto y disfrutar o con suerte conocer, a estrellas de renombre, con trayectoria tanto nacional como internacional.

Con todo lo vagamente descrito, insisto en que lo más bonito lo veras en las afueras.

Cubiro con sus pintorescas casitas de aldea, curbados caminos paisajísticos y sus frias colinas, invitan a enamorarse, a abrazarse, a quedarse inmovil para contemplar el silencio de la neblina en la noche. Es ese un bello pueblo de montaña, Cubiro tiene una belleza diferente, es mística, mágica, sus pobladores, por lo menos los que conocí, son personas inspiradas, duendes de amor que circular por la vida para regalar paz y decider alojarse allí. No encontrar mejor lugar. Hay otras personates mágicas que aunque no han decidido radicarse en el poblado, lo visitan frecuentemente para cargase de esa energía, de ese amor, y llevarlo hasta sus actuales hogares.

Quibor, otra de las conocidas poblaciones de la zona, se ha destacado por su artesanía cuya peculiaridad no consigo en la técnica, que posiblemente es enteramente manual, sino en lo que expresa cada pieza expuesta en el mercado. Si bien cada una es capaz de decir una frase a quien la admira, todas juntas vistas desde la vía, producen un indescartable bullisio que te atrae hacia ellas. Y la existencia de este arte parece estar arraigado en aquellas tierras y aquellas personas, no solo desde ahora, sino que es algo que viene desde sus ancestros, así se puede conocer en el escondido museo arqueológico que exibe en la zona, los restos fósiles de antiguos pobladores que como los vivientes de hoy, también crearon artisticamente sus utencilios tal vez no para venderlos a los curiosos visitantes, sino para que rodearan su vida diaria.

Sanare, con vertiginosas curvas, no se deja ver sino luego de un largo trayecto que como todos los de Lara se hacen cortos gracias a la belleza que los rodea y te entretienen. En este sitio parece que el tiempo se detiene, tanto porque sus casitas y pobladores parecen sacados de un cuento de la Venezuela de antaño, así como también porque en unas cuantas horas puedes conocerlo, disfrutarlo y divertirte y volver a la civilización. En Sanare descubrí una de las lagunas más bellas que he visto. Lo especial no es exactamente la laguna, sino la composición pictórica que hacen cada uno de los elementos que allí conviven con la quietud de un cuadro hecho por el mejor artista plástico.

La precaria cabañita que aparece abandonada desde tiempos ancestrales, el tronco tumbado que huele a recién cortado, todavía puede sentirse la presencia próxima de leñadores de cuentos merodeando por lo alrededores. El clima frio de montaña no puede ser más que romántico, la quietud del agua te incita a molestarle lanzando piedritas para hacerle ondas e integrarte a esta escena de película y sentirte una estrella más de las allí presentes. Existen allí todos los colores naturalmente posibles, todos los azules se lo comparten entre el cielo y el agua, los verdes se escabullen entre los árboles y el follaje en el piso que en los lugares donde es más bajo se mezcla con el marrón para dar profundidad, el blanco y negro en las aves, y otros colores más vivos se chispean entre las flores para no quitarles protagonismo pese a su minúsculo tamaño.

Podrías vivir admirando ese lugar, pero vale la pena seguir, por doquier encontrarás abundante vegetación que de vez en cuando le da paso a interesantes caídas de agua que más bien pueden llamarse grutas, riachuelos, en fin agua pura que no deja de correr. Pura y fría, tan transparente y llena de vida que te hace sobreponerte a los prejuicios y zambullirte, ponerte a su merced y dejarte apalear por sus corrientes. La fuerza que la hace correr es tan fuerte que me hace recordar a las caídas de El Sapo en Canaima, salvando el tamaño y la cantidad. La temperatura es inigualable. El agua con la que haces tu Nestea nunca estuvo tan fría.

El Tocuyo, es un tercer poblado menos conocido y a mi parecer uno de los más interesantes. Precisamente por ser el menos visitado, es poco lo que la gente sabe de este pueblo y al conocerle se le hace entonces más expectante. A primera vista podría parecer un pueblo mas, donde abunda el calor y las motos en la vía. Lo que antes era un caseríos donde el medio de transporte predominante era la bicicleta, hoy ha sido alcanzado por la tecnología y son las motos y los motociclistas imprudentes los que inundan las calles. Es una maravilla tener un par de amigos tocuyanos que conozcan su localidad y se hayan dado a la tarea de investigarle, solo ellos podrán enseñarte esos imperceptibles lugares que están por todos lados y que el común denominador mira sin ver.

Las ruinas de los siete templos con su curiosa historia que terminará por convertirse en leyenda, su Plaza Bolívar cuyo título ganado nadie podrá arrebatar, al ser la primera plaza Bolívar construida en el país cuando aquella pequeña ciudad pretendía ser capital de Venezuela. La casa de la cultura está muy cerca de la plaza y es también un bonito recinto, no tanto por su aspecto físico, sino por las grandes cosas que a diario se crean tanto dentro de ella como a sus alrededores, se dan cita allí grandes creativos que minuto a minuto trabajan para hacer vida, tal vez no vida real, pero si “real vida”.

No puedo dejar de mencionar una vieja fábrica que se puede ver desde la vía, aquella antigua y roida pero graciosa estructura, lucha con la civilización porque cree que ésta quiere arrebatarle su escencia, pero se equivoca, porque ella no sabe que esa fábrica está ahí. La civilización aún está tan adormitada poa aquellos lares que no se ha dado cuenta de unas cuantas maravillas y por tanto ni siquiera ha intentado tocarlas. Incluidos los corazones y la inocencia de algunos habitantes.

Lo mejor de el Tocuyo aún está por verse. Cuando abandonas sus céntricas calles para seguir rumbo al occidente, se abre a tu vista una represa cuya denominación no describe para nada el paisaje que muestra. Inmenzas montañas, que de ahora en adelante se clasificaran de expectaculares para arriba, dan fondo a un lago artificialmente creado, al cual la recta e infinita vía divide, para que magicamente el viajante pueda apreciar de lado y lado las maravillas naturales de la región. Que bueno que la vía es larga, porque los primeros segundos se te irán tratando de salir del asombro y solo, luego podrás disfrutar de los existente…cuando lo hagas todavía habrá tiempo.

Para poder salir del pueblo debes seguir la vía, que ahora se vuelve sepentezca porque está construida, nada más y nada menos, que al compás del caudaloso y limpio río que viene bajando desde las montañas. Es inevitable hacerse a un lado para echarse un baño helado y renovador , las Corrientes son arrebatadoras de problemas y el agua es lo suficientemente fria como para sacarte algunas sonrisas y tensar tu piel al punto de verte y sentirte más joven con un solo baño. El paseo podría terminar allí y dejar el resto para luego, pero como el río renueva energies de solo recordarlo yo seguiré contandoles.

Por toda la orilla del camino encuentras: humildes casitas, una más ostentosa o abarrotada que el resto, algunos chivos, caudales, algunos sitios para comer, matas de mango…y cuidado!! También encontrar gente, gente caminando por la orilla de la vía sin mayor cuidado.

El próximo caserio que se nos presenta es Humocaro Bajo, un pequeñito pueblo cuyo centro es una bonita y cuidada plaza y su límite diría que son las montañas que le hacen marco. Sus pobladores y colaboradores se arremolinan al rededor de la plaza para hacer vida comercial, los visitantes solo vamos de pasados y podemos hacer tal vez alguna parada estratégica para comer algo rico en una de sus bodegas o simplemente abastecernos, porque luego no se encuentran muchos expendedores.

Sin darnos cuenta hemos subido algunas montañas y curiosamente ahora tendremos que bajar para encontrarnos a Humocaro Alto. Es una anécdota que los conocedores aclaran a los intrigados. Humocaro Bajo es más alto en cuanto a latitudes y Humocaro Alto es más bajo. Nadie me lo ha confirmado pero me imagino que quienes le nombreron así, encontraron lógico que si vienes de la planicie te encuentres primero a uno y luego al otro. Primero te encuentras al bajo y luego al alto. Fue la única explicación que le pude hallar.

En algún lugar entre ambos pueblos, se encuentra La Cascada del Obispo o Arzobispo, como no sé la diferencia entre ambos cargos eclesiásticos, me da igual y lo llamaremos entonces por el nombre más corto. Es un lugar increíble, visitado por mucha gente, eso si, gente de los alrededores que en sus momentos libres acuden allí para obtener un poco de relax. Ojo, aquí el concepto de spa se torna un tanto diferente y el yoga, el tai-chi y los psicólogos son poco conocidos. Simplemente porque no hacen falta.

Para describir la cascada, hace falta de decir que su centro está en una impetuosa caída de agua que baja por entre grandes rocas y tiene otras tantas estratégicamente ubicadas, no se si para que se forme un melancólico pozo antes de terminar de caer o para precisamente alivianar la fuerza del agua y que los mortales podamos disfrutar de un baño, además de admirarle de cerca. Lo más bonito que recuerdo de ese lugar, eran los rayos de luz que ingresaban al lugar por entre los árboles primero y luego se explayaban en los lugares abiertos para compensar la temperatura del agua.

Lo mejor del sitio, es que tiene unas cominerías naturales, ayudadas por otras artificiales que en conjunto te permiten admirar la naturaleza desde varios puntos de vista, lo menos bueno es que esa misma presencia excesiva del hombre a hecho mella y es casi imposible tomar una foto sin que al fondo se evidencie algún toque humano, los cuales en comparación con los toque que Dios ha dado, lamento decirlo pero, son deteriorantes.

Hay que desviarse en algún lugar que aún no logro diferenciar, para llegar a Hato Arriba. No sin antes volver a subir, pisar varios riachuelos, pasar por Trujillo, volver a Lara y admirar aquí o allá las inmensas montañas que cambian su color, pero nunca su olor dependiendo de la época en que las visites. Puedes jugar al viejo juego de buscar figuras en las nubes, pero aquí es mejor hacerlo con las montañas. La huella digital de Dios y la cara del indio son estampas que podrían sorprenderte.

Nuevamente aquí se hace presente esa sensación que dilata tus pupilas y te obliga a abrir las cavidades oculares más allá de lo naturalmente permitido. Tus ojos querrán admirar todo, todo, pero todo es tanto, que tendrás que hacerlo en varios pasos. En este punto si recomiendo hacer varias paradas, para poder plasmar en tu daguerrotipo personal la majestuosidad del lugar. Parece imposible, pero hay tanta belleza al rededor que en un momento te obligas a comportarte como si fuera normal, porque sobre pasas tu cuota de asombro habitual.

Hay varios caseríos que se agrupan más lejos o más cerca, el primero que he podido conocer se llama Hato Arriba, creo que lo que más caracteriza a este lugar es su clima fríamente acogedor. Hay plantaciones que parecen hacer un moderno peinado a las colinas y lagunitas que desde arriba parecen lágrimas que cayeron allí y nunca secaron. Sus pobladores, por gusto o necesidad han tenido que auto abastecerse, de manera que allí mismo, cultivan y/o crían lo que toman o comen.

Los niños me recuerdan a los de los andes, con su piel quemada por el frio, sus ojos arrugados por los rayos del sol y sus sonrisas tímidamente escondidas tras la expectativa por la visita de extraños. Los adultos son también reservando (se llama así a la timidez cuando ya creces), son inevitablemente serviciales, y cómo no serlo, si creces rodeado de tanta belleza, compartiendo siempre, lo propio es de todos o de aquel que lo necesite. Podría decirse que vive allí mucha gente pobre, pero, qué significa ser pobre? No tener un par de zapatos o tener zapatos pero no caminos? Indiscutiblemente es más valioso poder disfrutar a diario de la calma que te brinda un bello paisaje montañoso que cambiar de ropa a diario para que ésta sea contaminada por el smog.

Más adelante está La Cascada del Vino, majestuosa caída a la cual llegas siguiendo la misma ruta y luego de pasar las casas de interesantes personajes, duendes extranjeros que se esconden en las montañas para no asustar a los humanos. Una estructura de cemento semiarqueado indica que por ahí hay que bajas, llegas a una explanada donde puedes estacionar y te adentras por donde tu instinto te guíe. Encontrarás una especie de aldea, entre árboles frondosos, grama, cabañitas para acampar al aire libre, un caminito de piedras y dependiendo de la época o la hora, encontrarás animales muy grandes pastando muy cerca. Cuidado, no los molestes.

No se si es un truco pensado, pero el camino es delgadito, con piedras pequeñas que te dan sensación de inestabilidad, vas viendo hacia abajo, cuidando de no pisar aquel regalo de animales que huele tanto, de repente, se termina el camino, se terminan los árboles y solo queda un extenso gramaje con una cascada impresionantemente impetuosa. Parece imposible que tanta majestuosidad se esconda tras los que ahora parecen unos cuantos arbolitos. Cómo no la viste antes, cómo no la sospechaste? No lo se, esto es lo que hace encantadora a la naturaleza.

Es llamada del vino porque su agua se asemeja al licor violeta, explican los lugareños o visitantes asiduos que se debe al color singular de las piedras, el exceso de minerales les pinta para que al ser cubiertas por el agua engañen a los más inocentes que se ven tentados a probarla en su palma para salir de las dudas. Siempre me ha parecido que La Cascada del Vino es como un Salto Ángel chiquito, porque hasta la formación rocosa que la resguarda tiene forma de Tepuy. La caída da a un pozo que permite a los más arriesgados sumergirse, arriesgado solo por aguantar las temperaturas que por lo general son bajitas. Es un reto que hay que cumplir.

Saliendo de la cascada y siguiendo la misma ruta encuentras a Barbacoa, no sin antes pasar por “La casa de la abuela”, es lo que ahora se llamaría una mini finca, que para los tiempos de La abuela en los que ella sigue viviendo, es una casita humilde. En este terreno convive una familia de varias generaciones más aquellos que el tiempo y la vida ha agregado, todos juntos pero no revueltos hacen día en torno al negocio del pan artesanal. Los panes y catalinas son buenos, pero nada comparado con la amabilidad de la abuela quien te recibe con un cafecito de esos que solamente las doñitas saben hacer.

Barbacoa es un pueblito bien pequeño con un clima menos templado que el de Hato Arriba, dicen que allí llega la gente de la montaña para agarrar un poco de calor y poder tener excusa para tomarse una cervecita, arriba no se puede hacer esa gracias. Unas pocas calles le componen, la infaltable iglesia frente a la pequeña plaza que queda sobre una especie plataforma. Algo que es poco usual y me sorprendió es que diagonal a lo que sería la plaza Bolívar se encuentra otra mini plaza con un busto similar al del libertador. Cuál es el fin? No pude descubrirlo, tampoco estoy segura de que alguno de los dos sea el prócer porque no tienen placas ni identificación. Lo cierto es que ambas plazas tienen bustos muy similares y banquitos como si una fuera la copia reducida de la otra.

Bodegas con olor a barro comprimido y kerosén, con aquellos estantes de vidrio y madera que solo existen en aquellos lugares y en los cuentos que los abuelos no llegan describir, de esas que venden bambinos (polos, viquingos o chupi-chupi dependiendo de la zona) y pan de leche. Un acogedor sitio para comer, múltiples jardines con cayenas y otras flores tropicales que contrastan con la vegetación antes admirada.

Si sigues la ruta encuentras a San Pedro, donde se cultivan los mejores champiñones del país, curiosamente no vi ni un cultivo, solo llamó mi atención una pintoresca casita con el cartelito de “se venden champiñones” pero estaba cerrada. Mejor seguimos la ruta para volver al plano ahora por un camino más árido, llama la atención el contraste de lo antes visto. La vía no está muy buena, el clima comienza a devolverte a la vida real y la vegetación te desilusiona. Despierta!! Le diste la vuelta a Lara, ya regresaste y estás de vuelta nuevamente en la ciudad.

Todavía hay lugares por disfrutar y solo salimos de Lara por algunos minutos, obligados por el camino y sin ser consientes de ello. Siguiendo la misma ruta, disfrutamos de la vegetación, esas flores que has visto en exóticos ramos de hotel o de iglesias, ahora puedes apreciarles irreverentes entre las hojas de las montañas que cercan el camino. La humedad, el rocío, es una constante en el lugar, aunque el sol está siempre presente, su función principal es acentuar los colores de la naturaleza y excreta las dimensiones de lo observado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario