Isla La Tortuga Venezuela

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Mais um sono feito realidade

sábado, 18 de abril de 2009

¿Qué fue lo que pasó?

Una luz blanca muy fuerte en cenital llena la sala medianamente oscura. Un cirujano, un anestesiólogo, un instrumentista, un circulante, y dos ayudantes que –al contrario de lo que pudiera pensarse- entran y salen del lugar. Un hombre extranjero en plena edad de la paciencia es intervenido en ese sitio. Años atrás le diagnosticaron una hernia discal, que por amor no había podido operarse. Por ese amor incansablemente loco que sienten los lusitanos por el trabajo.

Afuera la familia. La esposa mira el gran reloj que le apunta desde el puesto de guarda de las enfermeras. Eran las 2:00 pm cuando se lo llevaron para iniciar la operación que aunque dice ser “de rutina” es de conocidas y famosas complicaciones. La niña mayor está detenida en un libro y solo la más pequeña se percata de algo. Los pasillos están extrañamente vacios, pero a las pocas personas que por ahí deambulan les perturba aquella quietud.

Las horas pasan como es normal, con la bienandanza de un lisiado (mala comparación cuando aún estamos esperando que el hombre salga del quirófano). El reloj marca las 3:15 y no hay noticias.
Por ventura las niñas continúan distraídas, una en su mundo paralelo de cuentos, aquel del que solo sale para alimentar su imaginación con la realidad, y la otra sigue observando a los pocos usuarios del recinto. Juega a contar cuántas personas de las que pasan, llevan el reloj en la mano izquierda o derecha. Va ganando la izquierda con una abrumadora ventaja.

Ahora es la esposa quien mira su costoso reloj de muñeca:
- Han pasado dos horas desde que empezaron y todavía no hay señas de avance, no se ve nadie por acá que pueda darnos noticias. ¿Quieren algo de comer? (Ofrece a las niñas, tal vez para calmar su propia ansiedad).
(La niña grande sale de su intelectual letargo y accede silenciosamente a la casi súplica de su madre)
- ¿Será que hay algo abierto? Pregunta la de menor tamaño.
- Claro que si, vamos a bajar al cafetín y nos tomamos algo mientras esperamos. Todavía debe faltar otro tanto para que nos digan algo de tu padre.

Bajaron con la angustia amarrada por la paciencia. Se sentaron las tres en una mesa para cuatro y discutían la mejor opción para comer algo de aquel –nada nutrido- menú de hospital. Igual que el resto del recinto, el cafetín también estaba repleto de una tensa calma que aquellas mujeres (sin saberlo) ya encontraban familiar, solo la niña pequeña se da cuenta de que algo pasa.
Hicieron su pedido al mesonero, pero éste nunca llegó a la mesa porque antes entraron al lugar una cuadrilla de Guardias Nacionales.
Al mejor estilo de una vieja película latinoamericana, entran, hablan alto, empujan un par de cosas, someten amenazando con sus manos sobre las armas pero sin ánimos de usarlas, humillan usando palabras corteses en tonos vulgares y finalmente logran el cometido. Hay que trancar el sitio porque el día de hoy ha sido decretado feriado nacional y por tanto todas las empresas y comercios deben permanecer cerrados.

En las calles hace rato que se habla del tema. Se habla de esto y de más porque nadie fue a trabajar, pero la mamá está en la clínica desde ayer y no sabe nada. María y las niñas no se enteraron porque solo ven documentales de animalitos en la TV.

Ahora en el hospital oyen a uno de los guardias decir:
- El presidente lo dijo ayer en su programa de los domingos.
Eso es imposible, piensa ella.
- ¿Cómo van a decretar un día feriado en menos de 24 horas? ¿lo dijo ayer?

- En este país cualquier cosa es posible. (Responde alguien desde una mesa vecina, con la ironía sublevada por el hambre)

Tanto a los dependientes, como a los consumidores no les queda otro remedio que atender a las indicaciones de “la autoridad”. Cierran el local y salen. Ahora lo que antes era un simple “comer algo” se volvió un acontecimiento. La niña grande empieza a sentir una sed insaciable, pero no sed de agua, sino sed de jugo, justamente el jugo de parchita que acaba de pedir y que no le llegaron a traer.

La niña pequeña no quiere parecer malcriada, pero a ella también se le antoja en sándwich de jamón y queso que pidió –sin lechuga porque uno nunca sabe cómo lavan eso!!- lamenta no haber comido nada de lo que ayer les ofreció María para la cena. De la cena en casa no quedó nada, María no está y cerraron intempestivamente. Qué podría estar peor.

Deciden subir a esperar nuevamente en aquellas sillas que ya confunden con las de su casa. Se hacen las 5:00, las 6:00 y ya a la mamá le duele la cabeza de tanto pensar. Pensar en su marido y en aquella loca experiencia vivida horas atrás. Un presidente decide declarar un día feriado y lo que para muchos puede ser una buena noticia, porque no van a ir mañana a calarse a su jefe o a los clientes malhumorados, para ella y para varios impacientes familiares de pacientes se convierte en algo inverosímil. Estoy aquí preocupada por las múltiples consecuencias de una operación de columna y mi mente se distrae pensando en las últimas veinte locuras que se le han ocurrido al presidente actual.

Okey día feriado, pero ¿tenía que ser justo hoy? Nosotros hemos planeado esta operación por meses, hice y deshice planes por todo este tiempo para poder estar aquí hoy, y un presidente, por ser presidente, declara un día feriado ¿en su programa dominical?

Ahora el tema es popular. Afuera llueve tenuemente, hay nubes grises por toda la ciudad. La gente camina sin un rumbo concreto, necesitan creer que es cierto lo que escucharon y que no son solo ellos los que no cumplieron hoy con su obligación. Hoy son forzados a no trabajar, pero resulta que hoy si quieren. Lo consideran injusto, autoritario, irrazonable, inconstitucional (como se cataloga –por falta de otro vocablo creativo- a todo lo que el presidente hace). Siguen caminando, se mojan.

- A mi lo que me parece es una locura (Risas nerviosas) ¿qué más se le puede ocurrir a este hombre? ¿Cómo toma este tipo de decisiones si pensar en las consecuencias?
Bueno, no hay por qué creer que él no pensó en las consecuencias, tal vez si lo hizo y por eso el decretó.

8:00 pm, sale el doctor encargado de la intervención y -como suele pasar en estos casos- de su cara solo se ve el entrecejo muy fruncido, pero no las hace sufrir por mucho tiempo. Casi desde la puerta del quirófano, al verlas levantarse, les dice que todo está muy bien. Pese a que estuvieron trabajando por casi seis horas, el padre está en perfecto estado y se recuperará pronto. Solo unas estrictas terapias que deberá cumplir por su bien, cero trabajo por unas cuantas semanas (eso podría matar al portugués que salió vivo de la operación), ya en un par de días estará en casa.
La esposa respira, todavía deben esperar a que lo pasen a una habitación privada para poder verlo, pero lo peor ya pasó. Ya no hay de qué preocuparse.

Un momento. ¿lo peor ya pasó? Eso lo veremos mañana.

Es el día siguiente, el portu ya está en la cama de una pequeña habitación con sus niñas rodeándole de pensamientos individuales. Una ya está por terminar el texto y la otra tiene la cara iluminada por las imágenes de un repetido programa de animalitos que pasan en la tele.
Mamá ya volvió a su rutina habitual, llamadas desde la oficina, clientes requiriendo su asistencia, sale y entra de la habitación para no molestar al paciente.
Habla con sus amigas, responde a los múltiples mensajes de voz de los familiares y dentro de sus conversaciones comprende que ya todo volvió a la normalidad. La gente pregunta y habla del día de ayer como una extraña anécdota, comentan cosas como: “un día libre no sirve de nada si no puede hacer diligencias, todo estaba cerrado ayer”, “al fin hizo algo bueno ese loco, pero igual no voy a votar por él”, “mañana es 4 de febrero, el día que él intentó el golpe de estado ¿será que lo da libre también?”.

Mira todo alrededor, ya las enfermeras cambiaron la guardia. El pasillo está notablemente ruidoso. Dubitativa entra a la habitación, mira a su esposo, da unos pasos, se acerca a la ventana corre la cortina, se da cuenta que la vida afuera sigue, la multitud andante y rodante se desplaza nuevamente por las calles que parecen líneas desde aquel alto lugar.

Observa a las niñas, mira a su esposo y le pregunta:
- Gordo, tu crees que ya lo peor haya pasado?

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