Isla La Tortuga Venezuela

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Mais um sono feito realidade

sábado, 18 de abril de 2009

De Caracas a Londres...prefiero...

De Caracas a Londres, Londres a Bruxelas, Bruxelas a Caracas. Podría recorrer dos continentes en dos días y la semana pasada cruzó dos océanos más de tres veces.

Una chica rubia de apariencia recatada pero sonrisa complaciente (es requisito indispensable), su cabello pasa por alto sus delicados hombros para detenerse sobre los pechos y rodear la espalda media. Por reglamento debe acomodarlos en un moño de bailarina que hace resaltar sus impresionantes ojos de verdes, ante su débil rostro con sonrisa plastificada. Una mujer físicamente perfecta que es –literalmente- una muñeca.

Conoce cientos de personas cada día, a todos les sonríe pero no necesariamente está feliz. Una joven bella que viaja por el mundo entero, pero no se le permite tener pensamientos propios, conducta irregular, ni palabras impropias. Su apariencia debe ser perfecta y aunque ella vive por encima de todas las cosas pocas veces le es permitido admirar los paisajes y bellezas naturales. Es azafata.

En su trabajo todo está dicho, está entrenada para atender cualquier situación posible, y hasta las circunstancias impredecibles ya fueron previstas por ella. Dios le otorgó un físico perfecto para conseguir ese trabajo que es perfecto, para otros. Desde sus palabras hasta sus micro gestos están estudiados y milimetrados. Ella nació y fue creada para los cielos, como las aves, solo posa unos segundos y vuelve a volar.

Aquí en la tierra, hay una niña que se considera poco agraciada. Piel muy blanca, torso pequeño que pasa por diminuto, cabello oscuro y ensortijado, ojos negros y labios delgados que no quieren sonreír. Nació con un suelo amplio, sin fronteras, pero ella quiere es volar. No se si su deseo forma parte del alimento que sacia su sed de imposibles o tenga que ver con la ilusión que tienen los mortales de creer que las hadas por tener alas son más felices. No se si piensa más en lo que haría si pudiera volar, o si gasta más su tiempo contabilizando las razones que le imposibilitarán hacerlo.

La rubia del cielo está hoy en la tierra, llega impecablemente uniformada luego de un igual día de trabajo, a un hotel que reconoce. Por momentos no logra precisar en qué ciudad está, aunque siempre tiene una pequeña agenda a mano para saber qué día es, para cronometrar su vida en un itinerario que no acepta espacios en blanco.

La terrícola lleva un bonito reloj que le recuerda no solo el día sino la hora, que también tiene en su costoso celular por donde se comunica con la familia con la que vive y donde también planea las cosas que no hará por falta de tiempo. Ambas tienen varias cosas en común y no lo saben, ambas existen muy cerca y no lo saben.

Ninguna de las dos sabe que existe el mar, no han visto la luz plateada que te rodea en una noche de luna llena, la sensualidad casi sexual de las ondas que viven en un muelle calmo. No conocieron esa física donde el mismo elemento que mantiene un aparato en el aire, rozará tus mejillas y hará volar tu imaginación. Ninguna midió el peso relativo de su cuerpo según el tipo de arena que esté bajo sus pies. No imaginaron como es que el sol cae un día frente a sus ojos y al día siguiente está de nuevo en lo más alto llenado todo de color. Si no has ido al mar para probar tus cinco sentidos aún no has nacido. Todavía estás a tiempo de comenzar a vivir.

Recomendación: primero deja libre tu rubia cabellera, luego suelta tus pesados pesimismos para poder volar, cuando vuelvas, hacer tus sueños realidad será más fácil, porque sabrás que no están en el cielo, ni en la tierra. Están en tu corazón y solo tus manos los pueden llevar a cabo tal como tus negros ojos los vieron.

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